Ser líder es fácil | CEO en camiseta

S07E23 Las 4 únicas tareas del líder del siglo XXI

-Hola Leo, ¿cómo te va? Estoy a punto de abrir una cervecería con amigos, ¿cómo hago para que sea un éxito?

Mi nueva interfaz empática evitó la carcajada. Al sentir el rictus, me pareció percibir una microreacción de mi contraparte. Claro, la tecnología es nueva y puede fallar.

El algoritmo de machine learning que, en base a experiencias pasadas lista todas las respuestas posibles y, comparándolas con la reacción generada las prioriza, escupió, en un milisegundo, tres opciones: “No lo hagas”, “Contratá una agencia de publicidad” y “Comprá globos de colores para que les llame la atención y regalá maní para que tengan mucha sed”.

Por suerte, había actualizado a la versión 1.01 de la interfaz empática, la que agregaba matrices de análisis.

Las variables importantes en la matriz eran eran tres:

  • “Tiempo que implicaba la respuesta”: tengo cosas que hacer, quiero ser efectivo en mi respuesta

  • “Contribución”: siempre trato de ayudar, de hecho mi misión es “Ayudar a otros líderes a liderar mejor”

  • “Alineamiento con mis Valores”: había programado para que esta variable fuera creciente en el tiempo, que cada vez estuviera más alineada con lo que era importante para mí. Ya había aprendido que hasta la Ética es cuestión de grados.

El alineamiento con los valores es una cuestión de grados, no un blanco o negro.

Había configurado la interfaz empática para, cuando computaba, inclinar un poco la cabeza, sutilmente, y mirar algo más allá de mi contraparte, como pensando. Eso me dio los tres milisegundos que necesitaba para tomar una decisión.

Entender nuestros procesos de decisión nos permite mejorarlos.

Por suerte no había delegado todo en la interfaz. Dejé un “factor Leo”.

Por ahora las máquinas pueden “decidir” basadas en la historia -a los humanos nos queda la creatividad pura.

Ese “factor Leo” se preguntó: ¿Qué me gustaría que pase? Quiero que esta persona aprenda y la mejor manera de hacerlo es a partir de los errores. Sin embargo, aunque es la forma más habitual y eficiente, es caro aprender de los errores propios… Tal vez haya algo distinto...

-¿Hablaste con el dueño de alguna cervecería cercana? -escupí rápidamente, convencido de que era lo mejor que podía hacer, tratando de que la interfaz empática ni opinara.

-¿Cómo voy a hablar con un competidor? -me respondió con sangre en los ojos. Parecían decir “Lo tengo que odiar a muerte”.

Tu competidor es quien elijas - ergo, podés no tener ninguno si elegís bien.

Lo mandé a leer “Solo el coraje convertirá el bizcochuelo en torta”, pero fue más interesante otro descubrimiento, algo que aprendí de mí. Las primeras reacciones, ésas que por suerte la “interfaz empática” censuró, me hubieran dado felicidad de corto plazo (hacer lo que sentía, el impulso) a costa de felicidad de largo plazo (poder aportar, cumplir con mi misión).

En liderazgo, las reacciones automáticas suelen ser negativas.

Me acordé de mi insegura adolescencia, en la que me había hecho una especie de decálogo en una hojita. El primer ítem era “Hablar menos, escuchar más”. Diez años después, odiaría a un jefe que me dijo lo mismo. Hoy me sigue costando. Creo que dedicarme a dar conferencias es una vía de sublimación, una herramienta que me permite tomar decisiones más conscientes. O, dicho de otra manera: tener un lugar donde se espera que sea yo el que hable y, así, mantenerme más callado cuando lo que tengo que hacer es escuchar.

Si sos líder y estás hablando, preguntate ¿para qué?

La palabra del líder tiene más peso, igual que el conferencista que sostiene un micrófono. Por eso, la tiene que usar con cuidado, sobre todo cuando otro está hablando.

VVEO VVEO

-Nunca, pero nunca, hagan juegos de palabras -eso me dijo Diego, mi profesor de standup-. Son mucho menos divertidos de lo que creen.

Con el tiempo, aprendí que para el marketing tampoco son útiles: lideré una empresa que en una época tenía un logo que decía “ON”, así que nuestras ofertas, fiestas y todo lo que hacíamos eran siempre muy grandes (espero que el inteligente lector no me defraude). Vivo en un país cuyo dominio en internet nos fuerza a inventar nombres de sitios utilizando solo verbos de la primera conjugación. Y nos creemos graciosos por ello. Cuando Diego me dijo lo de los juegos de palabras, no le creí. Pero luego de un par de años observando el tema, me convencí.

El liderado aprende a su manera - no hay forma de forzarlo.

-Leo, siempre tan ambiguo. ¡Empezaste la sección con un juego de palabras!

El buen líder avanza convencido, pero periódicamente desafía esas convicciones - con lo que cada vez avanza más sólido.

VVEO es un acrónimo que uso para recordar siempre que un líder tiene cuatro tareas:

Visión: el líder propone un mundo mejor, para que quien quiera se una para lograrlo. “Propone”, es clave, ya que a medida que la Humanidad evoluciona, seguimos menos a las personas y más a las ideas (sí, ya sé, falta bastante). Y “mundo mejor” es relativo: el “Chapo” Guzmán tenía una visión a la que algunos podían adscribir.

Son los liderados los que eligen y sostienen al líder.

El lector introvertido al encontrarse con “el líder propone”, sentirá desazón. “Oh, yo no puedo hablar en público, soy introvertido”, dirá. Hacia adentro, claro, porque hacia afuera puede escucharlo alguien.

Sin embargo, ya no es necesario un discurso grandilocuente, ni siquiera oral, para transmitir una Visión - un tweet, un mensaje en Slack, o un encabezado de perfil en LinkedIn, cualquier medio de comunicación que transmita información y pueda, de alguna manera, hacer sentir al otro el resultado esperado de esa visión, puede servir. Sí, es el paraíso de los introvertidos.

Tendemos a confiar más en los introvertidos que en los extrovertidos.

Valores: el líder define, también, “cómo” vamos a hacer las cosas. ¿Está bien matar gente para lograr nuestra visión? ¿Y animales? ¿Y plantas? ¿Dañar el ecosistema? ¿Es más importante ganar dinero o que el cliente esté feliz?

Dadme un proceso de devolución y te diré cuan cortoplacista es una empresa.

Un buen ejemplo de empresa con procesos de devolución maravillosos y valores tan transparentes que se comunican a los candidatos es Amazon.

Equipo: “Sí, sí, esto es obvio”, estará pensando el rápido lector. El líder elige “quiénes” van a perseguir ese “qué” (Visión), dado ese “cómo” (Valores). Pero más importante: el líder, porque el objetivo del equipo es mucho más relevante que cualquier integrante, elige quiénes no van a ser parte del equipo.

Cuando un líder echa una persona, está cuidando al equipo.

Obstáculos: ¿Cuál es el trabajo, en el día a día, del líder? El memorioso lector recordará este fragmento de “Soy Solo”:

-Mati, te sobra un espacio entre esas dos palabras del Powerpoint.

-Fernando, por favor, poné la carpeta de crédito de esta empresa arriba de todo. Quiero que vean que nuestro foco son las PyMEs y que no corremos riesgos innecesarios.

-Flor, ¿segura de que mañana viene el pintor? Cuando termine, las hojas de ese ficus están opacas. Se limpian con leche.

En 2016, cuando lo escribí, aprendí que cuantos más errores uno marca, más inseguro se muestra. Pero tres años después, entendí la otra parte: imagino ahora a Flor, Fernando y Mati pensando: “¿Cuándo me dejará trabajar?”.

El líder no trabaja más que a través de sus liderados.

“Azul no hace su trabajo”, describí en un capítulo de Soy Solo. Qué bueno, un obstáculo; una oportunidad para que el líder ayude a que Blanco o Azul cambien y podamos todos seguir el mismo objetivo alineados. En otro capítulo cuento: “Algunos años tuvimos un supervisor en la empresa que era conocido por insultar a su equipo”. Excelente, otra oportunidad para que un líder remueva un obstáculo.

El líder, una vez que definió a dónde vamos, cómo y quiénes, puede dejar de hacer y, en apariencia, sentarse a esperar o echarse panza arriba a mirar Netflix.

En una organización sana, si el líder no aparece por unos días todo sigue funcionando igual.

Debe entonces dedicar su tiempo a ayudar cuando se lo piden, a detectar casos en los que deberían pedírselo pero no lo hacen y a expandir las posibilidades. Su único objetivo es perseguir la Visión de acuerdo a los Valores y todo lo que se le cruce en el camino es un Obstáculo. Resolver los actuales o prever los futuros es parte esencial de su día a día. Y, para ello, puede mirar al techo para pensar, puede pasear por donde esté su equipo para mostrarse disponible, puede vincularse con clientes, proveedores, competidores, emprendedores, accionistas, para ampliar su entendimiento y hacer ajustes. Además, recordará periódicamente por qué hacemos lo que hacemos (la Visión) y cómo (los Valores).

El trabajo del líder es sacar de la zona de confort al equipo.

La maldición

Algo parecido sucede siempre que lideramos: el líder, sin su interfaz empática, sabe muchas veces más que sus liderados. Pero, igual que cuando escribimos, dar la respuesta final rápidamente no agrega valor, solamente genera la percepción de que uno es un experto. Como en la adolescencia, me tienta mostrar todo lo que pienso rápidamente.

Los expertos son/somos inseguros.

La primera vez que escribí la palabra oxímoron en un artículo, la mayor disyuntiva era: “¿Linkeo o no con Wikipedia? ¿O llevo a la Real Academia Española?”. Esto, que en otra situación era una pavada, para mí era muy importante: estaba definiendo mis Valores, cómo quería “Ayudar a otros líderes a liderar mejor”. Y lo que había detrás de ese decisión menor era si trataría a mis lectores como inteligentes o no. .

Un autor es un líder mientras tenga al menos un lector.

Sin embargo, es una cuestión de grados. Yo sé mucho más sobre lo que quiero contar que cualquier otra persona, por lo que voy a tener que retroceder un poco, para explicar algo que tal vez para mí es evidente.

De alguna manera, un autor -y un líder- tiene siempre una maldición encima, la del conocimiento, que debe administrar, tomando de la mano al liderado y llevándolo -o empujándolo- un par de pasos por vez.

La eterna lucha no es entre el Bien y el Mal, sino entre el largo plazo y el corto plazo.

Apenas apagué la interfaz empática recordé por qué la había comprado originalmente. De chiquito, me habían enseñado que tengo que tratar a los demás como quiero que me traten… Ergo, hablarles como quiero que me hablen. Después de intentarlo durante años me di cuenta de lo malo que era eso para el liderazgo:

Hablale a tu equipo como ellos te entiendan - no como quieras que te hablen.

Ese día había hecho el pedido de la interfaz empática al “0-800-LLAME-YA”. Por fax; no me gusta hablar por teléfono.

¡Que te hagas una excelente semana!