Nunca, pero nunca, dejes de aprender | CEO en camiseta

Buen lunes! Hoy en CEO en camiseta:

  • ¿Se cierra una saga?

  • Recomiendo una serie

  • Y algunas conclusiones inesperadas sobre la felicidad trabajando

Y más.

Después de publicar la Saga de los Vagos, en febrero de 2021, pensé en convertirla en un libro. Estaba muy contento con como había quedado y el impacto que generó.

Por suerte, lo dejé pasar. "No toda idea tiene que ser perseguida", me digo bastante seguido.

La semana pasada publiqué una secuela y hoy, una nueva se-secuela, desde otro punto de vista, complementándola. Espero disfrutes "Saga V: La maldición de contratar".

Ahora sí terminó la serie, y a otra cosa.

Una de esas cosas en las que estoy trabajando tiene su origen en cambios que veo: ¿hay realmente cada vez más personas independientes o es, simplemente, que a cierta edad (la mía) pasa más seguido? ¿"Marca personal", eso de lo que todos hicimos o dimos un curso, es una moda o una tendencia? ¿"The great resignation", es algo que sucede realmente y marca un punto de inflexión en nuestra relación con el trabajo, como vengo sosteniendo desde que publiqué que los robots no se victimizan?

Casi me olvido: la palabra del enigma final del artículo anterior es... eufemismo, palabra que en RRHH no se dice mucho pero se hace bastante. Alguien le acertó, así que me quedo con el desafío de profundizar el tema.

Leo.

PD: Si te reenviaron este mail, puedes suscribirte gratis, seguir leyendo o reenviarlo a alguien más a quien le pueda servir. Si no te gusta, mándaselo a tu peor enemigo borrando esta frase antes. Pero no pasó nada, su enemigo pensó que lo trataba de ayudar. Y se hicieron amigos.

S07E10 Saga V: La maldición de contratar

¿Qué tiene que ver un diseñador de drones, leer el diario en el trabajo y Netflix?

Son tres conceptos tan inconexos que sirven para intrigarte y que sigas leyendo. O no.

La atención se gana con promesas y se mantiene cumpliéndolas.

Andrea tomó el picaporte con la mano derecha, lo giró, empujó la puerta y se detuvo, mirando de lado a lado la oficina en la que trabajaba. Cada uno de los aproximadamente 250 días hábiles de los últimos 10 años había hecho exactamente lo mismo. Su espíritu minimizador del riesgo parecía evaluar el espacio -en el que ya había pasado unas 20000 horas- en base a peligros y oportunidades. Su mente pensaba si sería la última del equipo en llegar.

Con la puerta todavía abierta, fijó su mirada, sin pestañear, en su escritorio. Estaba el diario del día perfectamente doblado. ¿Valía la pena intentar, por primera vez, algo diferente o dedicaba 45 minutos a leer las noticias del día? Como como cada uno de los 2500 últimos días, optó por lo segundo sin siquiera pensarlo. Y eso la puso en la delicada situación de decidir si se preparaba un café para leerlo o lo hacía a mano limpia.

De todas las cosas que había hecho esa mañana, tomar café o no fue la primera decisión consciente. Todas las demás fueron en automático. Se dio cuenta cuando abrió el diario y, en página cinco, un anuncio publicitario parecía gritar, con una tipografía cursiva de color rojo, “¡Soltá el automático! Cambiate a nuestra empresa de celular”.

Dejar un modelo de suscripción (Netflix, gimnasio, salario) es soltar el automático.

Con una sonrisa cínica se imaginó la continuación de la frase: “Y agarrá nuestro automático, así ganamos dinero nosotros”. Lo que Andrea no sabía era que, en ese momento, su nuevo jefe estaba tomando otro tipo de decisión.

ALT+TAB

Gervasio había entrado dos meses antes con el objetivo de hacer más eficiente el negocio, respondiendo a un aviso con un título absurdo: Director/a de Achique. A la empresa a la que entró le había ido bien durante dos décadas, sacándole el jugo a la excelente implementación de una idea brillante por parte del fundador. Fueron ambas tan buenas que, durante años, no necesitaron hacer cambios. Sus empleados, todos con más de diez de antigüedad, sentían a la empresa como una familia: cuando estás, te cuida; cuando no, te critica; al teléfono, te manipula; y, cuando te querés ir, te dice, lagrimeando, “pensaba que lo nuestro era para siempre”. Creían que su trabajo era importante, pero no. Vivían de una idea de veinte años atrás.

El germen de la autodestrucción está dentro de la implementación genial de una idea brillante.

La entrada de Gervasio generó un poco de temor los primeros días pero, al verlo tranquilo, escuchando, preguntando, yendo con su cuaderno a todos lados, el equipo se relajó. Gervasio no era un quedado.

Un líder que no toma decisiones más que líder es un amigo.

FAST FORWARD

Unas semanas después, Gervasio reemplazó a casi todo el equipo -los echó- por software en la nube. Justamente ésa había sido la propuesta que Carlitos, el más inquieto, le venía haciendo a su jefa, Andrea, desde que había entrado dos años antes. Dato curioso: el día en que Gervasio le pidió que la desarrollara para implementarla era el mismo en que Carlitos iba a dejar la compañía, cansado de no ser escuchado.

Si querés cuidar a los empleados valiosos, no les des frutillas los viernes; echá a los ineptos.

Poco tiempo después, Gervasio decidió cerrar la oficina y pasar a trabajar remoto. Claro, era fácil: ya solo quedaban dos personas (él y Carlitos). Como si tuviera el mapa del futuro del trabajo en su mente, logró así eliminar más decisiones: quién se sentaba dónde, si llamaban al plomero o si compraban el diario (después de echar a Andrea, el diario siguió llegando… en automático).

Revisar los automáticos en una empresa es el único automático que no debería mutar.

REWIND

Pero Gervasio no fue siempre así. En su primera experiencia como jefe, diez años antes, había fracasado. O aprendido, si cambiamos el plazo. Su felicidad al ser ascendido se resumía en una frase: “Ahora decido yo”. No es que la hubiera dicho en voz alta, pero sí decidía, decidía y decidía.

Un jefe que está todo el tiempo decidiendo o no es jefe o realmente no está decidiendo.

Con mi poder de lectura de mentes inteligentes sé lo que el lector piensa: “Pero Leo, arriba dijiste que un jefe que no decide es un amigo y ahora que el que decide demasiado no es jefe… No entiendo nada.”. Como digo hace años, la vida no es binaria, está llena de grises.

El buen líder decide tanto como para empoderar a su equipo y empujarlo hacia adelante, pero no tanto como para que lo tengan que esperar a que vuelva de sus vacaciones para avanzar.

Lo primero que hizo fue opinar sobre todo lo que sus empleados hacían. Como un ser superior (que el organigrama afirmaba que era), indicaba dónde faltaba una coma, qué carátula de fax enviar y hasta cambiaba las agendas de sus empleados, imponiendo reuniones sorpresa. Un amigo le dijo que eso era “micromanagement”, a lo que respondió que no, que estaba ayudando.

Un manager que hace micromanagement más que manager es un micro.

Gervasio se sentía poderoso y quería usar ese poder, así que también aceptó desafíos y proyectos que implicaban tener más personal. Cuando surgía la idea de crear un paso más en un proceso (un control para evitar errores, en general), la abrazaba con pasión, aunque implicara contratar más gente. Cuantas más personas contrataba, más poderoso se sentía y más trabajo tenía: sus reuniones semanales, las entrevistas, el micromanagemnet. Sufría en el trabajo, sufría en casa, pero tenía poder.

O no. Porque el resultado de la empresa solo empeoraba. Tiempo después lo despidieron, empezó a leer a Leo Piccioli y se replanteó su estilo de liderazgo.

Contratar da sensación de poder pero en realidad lo quita.

Gervasio tuvo claramente dos etapas de liderazgo. Una primera en donde entendía que liderar era tomar decisiones, intervenir, contratar. El resultado fue perder de vista la Misión (sí, toda empresa la tiene, y es mucho más importante que una persona o la misma organización) y, eventualmente, perder el empleo.

Es más probable perder tu empleo por contratar de más o mal que por no contratar nunca.

EJECT

Para su segunda etapa, ésa con un estilo moderno de liderazgo, que comenzó cuando entró en la empresa donde trabajaban Andrea y Carlitos, entendió que debía mirar más lejos. Tomar menos decisiones, pero más importantes. Pensar el futuro, la Misión y preparar a la empresa.

Algo parecido sucede en cualquier oportunidad de automatización. La fuerza aérea de un país necesita más pilotos y aviones para cuidar sus fronteras. El Gervasio joven e inexperto busca los primeros, compra los segundos. El Gervasio 2.0 se enfoca en la Misión: cuidar las fronteras. Rompe paradigmas y barreras, analiza sistemas en tierra (superponiéndose, claro, con el Ejército) y decide comprar drones: requiere una inversión mucho menor que un avión y aún menos gasto mensual. ¿Quién tiene más poder en el siglo XXI?

El líder del siglo XXI persigue la misión con pasión, imaginación y vagancia.

Diseñador de drones, leer el diario en el trabajo y Netflix, promesa cumplida. ¿Nos vemos el próximo artículo, entonces?

1. Una serie para desafiarnos

22 de agosto de 1994: “Startup bien fondeada busca desarrolladores C/C++/Unix para ser pioneros en el desarrollo del comercio en Internet..

2. El desafío de la semana: ¿está bien titulado este artículo?

La misma tecnología que deja a muchos desempleados permite a otros tener más de un puesto al mismo tiempo

3. ¿Son los mexicanos más felices en el trabajo?

Ya más de 4800 personas hicieron el "Autodiagnóstico de carrera", y muchos resultados me sorprenden. Cruzando los datos de "disfrutar el día a día" con los países, eliminando los poco relevantes, llegué a una conclusión rara: Argentina, Venezuela y España, los más infelices.

Claro que la encuesta está sesgada, pero debería ser el mismo por país. ¿Alguna hipótesis? Tal vez conseguir más datos de diferentes países ayude.

¡Que te hagas una excelente semana!