¡Este sí que es un gran fracaso! | CEO en camiseta

¡Buen lunes! Hoy en CEO en camiseta:

  • Una visualización súper potente sobre género en las empresas

  • Algunos tips para hacer gráficos entendibles (Odiamos 3d, ¿no?)

  • Un mimo para los introvertidos...

Y más.

Seguimos con las celebraciones - porque siempre hay que encontrar un motivo, ¿no? Hoy, el newsletter cumple un año. Cincuenta y dos ejemplares, algunos geniales, otros malos, y varios en el medio. Una curva de Gauss de ediciones que podés leer y releer.

Hoy publico algo diferente. En diciembre, un amigo me contó un poco más sobre web3, ethereum y DAOs, me entusiasmé y decidí hacer una.

Escribí (es lo primero que se suele hacer, un "whitepaper"), estudié programación, propuse, tuve gente que quiso sumarse, empezamos, hicimos cosas y... fracasamos.

No es el momento, me dije.

Pero, me dí cuenta de que en el proceso había escrito un artículo muy sólido, que titulé "Mi primer fracaso en la lucha contra los asalariados anónimos". Espero lo disfrutes y me des tu feedback. Un día, haré esa DAO.

Que te hagas una semana excelente.

Leo.

PD: Si te reenviaron este mail, puedes suscribirte gratis, seguir leyendo o reenviarlo a alguien más a quien le pueda servir. Si no te gusta, mándaselo a tu peor enemigo borrando esta frase antes, no hagas como Osvaldo que se olvidó de borrarla. Pero no pasó nada, su enemigo pensó que lo trataba de ayudar. Y se hicieron amigos.

S07E05 Mi primer fracaso en la lucha contra los asalariados anónimos

Una de las tres peores adicciones modernas es el sueldo (cocaína y carbohidratos, las otras dos), asegura Nassim Taleb. Como buena adicción, con el paso del tiempo es cada vez más difícil de dejar.

Si tienes un sueldo, es casi una certeza que tu trabajo dejará de existir en 20 años. Sí, sé que lo sabes, todo el mundo lo dice. Ya no es solo el ascensorista, el boletero de cine o el operador telefónico. El último gerente que ingresó a Blockbuster estaba feliz. La Junta Directiva de Kodak, en el siglo XX, decidió aferrarse a los tradicionales rollos en lugar de invertir en la cámara digital que habían inventado. El CEO de Blackberry celebró en 2007 la invención del iPhone sin notar que era la sentencia de muerte para su empresa.

¿Qué tal si existiera una suerte de parche, como los de nicotina, pero de trabajo en relación de dependencia? Quizás nos ayudaría a lidiar con el síndrome de abstinencia que nos generaría dejar nuestros empleos y realizar ese cambio imprescindible para nuestro futuro pero que nos asusta cada vez más.

El mundo está cambiando y día a día lo hace más rápido; a medida que cada proceso humano se automatiza, comienza a crecer a tasas exponenciales, similares a la ley de Moore. Y esto no es una excepción: todo proceso repetitivo puede automatizarse, aún los más regulados (bancos, correo, TV, notarios y buena parte de los servicios de gobierno). O, tal vez, sobre todo los más regulados, atractivos para emprendedores e inversores en busca de mayores retornos.

Un humano promedio se resiste al cambio… Y si varios forman una empresa, ¿qué pasará?, ¿y si, encima, les va bien? Cuanto más exitosa es una organización, más rechaza los cambios que puedan afectar negativamente a ese éxito -aun cuando también puedan ser positivos. Trata de aferrarse a ese éxito, reduciendo sus chances de fracaso -y, al mismo tiempo, de cualquier nuevo éxito. Para eso tienen sistemas que apuntan a retener a empleados (planes especiales de recursos humanos, premios por antigüedad -sueldo o “ese reloj de los 25 años en la empresa”, que la mayoría considera “sanos”-, defienden una cultura de “no buscar otras cosas”, promueven la idea de “le debo a la empresa”, mensajes de “si te vas mal, te destruye la marca personal/carrera”) que, aunque muchas veces funcionan peor de lo que esperan, generan esta sensación de que cambiar está mal. Simulan, además, que las personas avanzan y crecen, con promociones periódicas y capacitaciones, pero siempre como funciones lineales: los tan ansiados saltos son, casi siempre, menores a los esperados. Claro, los jefes también hacen promesas en base a sus deseos -y no a sus planes concretos. Tu jefe, aunque no lo creas, tiene tus mismos problemas y no lo sabe -o, tal vez, también está leyendo este artículo.

Algunas empresas son conscientes de esta adicción al éxito pasado, al “siempre lo hicimos así”. Amazon, por ejemplo, tiene en teoría el concepto de que cuanto más grande una organización, mayores los riesgos que debe correr. Sin embargo, el hecho de publicarlo abiertamente parece una forma de decir internamente, “lo digo en serio, eh”.

Además de los anticuerpos que genera automáticamente una empresa en contra del cambio se suma el equivocado concepto de considerar a la democracia como un valor deseable en ellas. Discusiones eternas, comités y áreas específicas dedicadas a que cada empleado se sienta valorado conspiran contra las difíciles y duras decisiones que los líderes deberían tomar, limándolas, haciéndolas más suaves, negociando. Garantizando el fracaso futuro de las empresas.

Todo este modelo cultural era válido para épocas de crecimiento lineal, para cuidar lo logrado por encima de conseguir algo más, para cuando pensábamos jubilarnos en la empresa en la que habíamos entrado como pasantes.

La comodidad de la línea recta

Los trabajadores que ganan bien se sienten cómodos en empresas que se aferran a sus éxitos pasados minimizando los riesgos, lo que hace que la sensación de seguridad sea, claramente, falsa.

Sienten y ven el mundo lineal, porque miran un par de días para atrás y un par para adelante, sin tomar conciencia de que, un poco más allá, es exponencial.

Más del 80% de las tareas que un humano promedio realizaba hace 500 años desapareció, eliminado o automatizado. El 80% de las tareas que hacía hace 100 años, también. El 80% de las de hace 20, también. Las tareas que realizamos desaparecen, siempre.… Y no hacemos nada al respecto. Antes, con el cambio más lento y nuestra vida más corta, no era tan importante. En el siglo XXI, con la expectativa de vida creciendo y el cambio tecnológico acelerándose, lo es cada vez más, aunque nuestros sesgos nos impidan ver el desafío al que nos enfrentamos.

El despido o el cierre de una empresa (para el que también somos ciegos, porque vemos más claro el futuro negativo de otros que el propio), normalmente visto como un fracaso, es hoy para muchos el único llamado a la posible reinvención (casi todos conocemos a alguien que, luego de un despido, se reinventó y está más feliz). Muchos sabemos que debemos irnos de una empresa, pero nos inventamos excusas para no hacerlo.

A esto se suma que fuimos formados para un mundo que ya no existe, elegimos nuestras carreras pensando en mantenerlas hasta retirarnos a los 60 años y nos desayunamos -aunque nos cuesta creerlo- con que tal vez viviremos mucho más y querremos seguir trabajando pero no de eso que hoy ya no sentimos haber elegido: parecería estar demostrado que existe una caída en la felicidad humana alrededor de los 40 años.

¿Llegó la disrupción?

Todos sabemos que debemos cambiar, correr riesgos, convertir nuestro empleo actual en una beca, si haciera falta, que nuestro futuro mejorará si lo hacemos, pero por miedo, dudas y cultura lo posponemos. Nuestro valor actual neto (VAN) aumenta dramáticamente si cambiamos, pero nuestro ingreso del momento cae. ¿Qué hacemos si el VAN de un bono es mucho mayor a su precio? Lo compramos.

A todos nos pasa que confiamos más en la reinvención de otra persona que esa misma persona, tanto que invertiríamos dinero en él/ella como si fuera una startup de riesgo, aunque esa persona, cómoda en el corto plazo, no lo haría.

¿Podríamos securitizar carreras, creando un bono que las represente? Apuesto a que muchas empresas, conscientes de su propia incapacidad de reinventarse, también invertirían en ese bono. ¿Qué tal si existiera un “seguro de reinvención”, que les permitiera cubrirse a las personas por si, sin saberlo, están en Blockbuster o son ascensoristas o data entries?

Ese seguro sería una criptomoneda regulada por una Organización Autónoma Descentralizada (DAO), de la que se podría comprar la cantidad que desees (es, al fin, una inversión en carreras exponenciales “surtidas”), y cuyos ingresos se invertirían, atomizados y de acuerdo a la votación de quienes tienen esas criptomonedas, en personas que están buscando reinventarse pero les falta capital inicial (sueldos caídos, inversión, capacitación).

Esas inversiones pueden rendir ganancias de acuerdo a determinadas fórmulas de devolución y participación en los “reinventados”. Habrá una metodología de selección y una votación de dónde y cuánto invertir -esas votaciones generarán reglas automáticas porque, claro, todo lo repetitivo puede automatizarse. Parte de los ingresos se dedicarán a generar contenido, eventos y capacitaciones para ayudar a otros a reinventarse con un modelo freemium, en donde los pagos a los proveedores se harán en la criptomoneda de la plataforma.

Invertir y recibir un aporte para reinvención son independientes: puede haber inversores puros (un fondo o alguien a quien le va muy bien pero quiere diversificar), reinventados puros (quien nunca invirtió pero presentó su plan y obtuvo los votos para recibir la inversión) e inversores reinventados, para quienes es una especie de plan de ahorro o un seguro de desempleo distribuído.

La inversión puede ser hecha también por family funds u otros inversores, como forma de diversificar y participar de la nueva economía, o hasta por parte de “empresas del siglo XX” conscientes del riesgo pero que no saben cómo reinventarse -o quieren asegurarse cierto nivel de rotación en sus equipos, simplificando sus reinvenciones, para facilitar los cambios dentro de la organización. Las empresas quieren hacer cambios pero sus empleados se convierten, en poco tiempo, en una traba. Invertir en la criptomoneda en nombre de la empresa le permitiría cubrirse de esos riesgos y ¡apoyar a sus empleados que quieran reinventarse!

Ni empezó y ya es un fracaso

“Lo voy a mantener en secreto, no vaya a ser que alguien me robe la idea”, pensé durante enero. Sí, a pesar de que recomiendo regalar las ideas brillantes. Después me pregunté ¿quién va a ser tan loco como para implementar esto? Y si lo implementan, ¿no debería estar más contento, porque el mundo mejora y no tuve casi que esforzarme?

Durante un mes avancé, estudié, discutí y escribí. En el camino, hasta propuse hacer un “club de inversión” como DAO (con un éxito totalmente inesperado) y publiqué un artículo titulado “¡Despiértenme cuando ANSES sea una DAO!” en el medio online en español más leído del mundo.

Pero me trabé: no me pareció que la tecnología estuviera lista o, tal vez, con más juventud, energía o espíritu emprendedor habría seguido a pesar de los obstáculos.

Este artículo era, originalmente, un whitepaper: esos documentos fundacionales de lo que conocemos como web3. Estudiar, investigar y escribir el whitepaper fue un esfuerzo bastante grande, diferente al que estaba acostumbrado, que no podría haber realizado sin el empuje e ideas de Gabriel Gruber y la paciencia y conocimiento de Alejandro Sewrjugin. Gracias a ambos.

¿Fracasé? ¿O estoy apurándome demasiado para juzgarlo?

Si este artículo te movilizó y te apena que sea, por ahora, un fracaso, te recuerdo que ésta es la última oportunidad para anotarte en el programa “Acelera tu Carrera”. Es un programa pensado para personas exitosas que pueden serlo mucho más y necesitan un espacio para pensar el largo plazo, discutirlo, planearlo y ejecutarlo, mientras esperamos a que llegue la DAO. Y como creo que va a tardar, estoy preparando un programa diferente, con el título tentativo “Soy solo”; si querés influir en el contenido contame tu idea en esta mini encuesta.

1. Un audio que debes haber escuchado

Episodio de El año en que nos volvimos humanos - nuevo libro de Leo Piccioli

2. Cuando el interés compuesto juega en contra

"Todavía hay un poco de injusticia, pero es irrelevante", me dijeron alguna vez.

En esta simulación hecha por The New York Times muestran, a lo largo de...

3. Por favor, ¿mejoramos los gráficos que hacemos de una vez?

Los gráficos, eso que todos hacemos como si supiéramos pero en la escuela nadie nos enseñó.

Jakob Nielsen es una eminencia en usabilidad, en esta serie de tres artículos su equipo explica algunas claves para que los gráficos que creemos sean mejores.

¡Que te hagas una excelente semana!