Elige tu propia desventura I | CEO en camiseta

¡Hola hola! Parece que este es el mes de las charlas...

Ya están disponibles mi conversación con Germán Martitegui (en donde me cuenta su historia incluyendo muchas apuestas al largo plazo) y la tercera con Sergio "Maravilla" Martínez, enfocada en liderazgo de equipos.

Pero, lo que me tiene ocupado, es que este sábado daré una charla TEDx en Arequito (¡Gracias por la invitación!). Ya está cerrada la inscripción, en el próximo CEO en camiseta te cuento cómo me fue.

Hoy vuelvo a compartir un artículo de esa serie que nos gustaba a todos en los ochenta: elige tu propia aventura. Esos libros empoderaban al lector (un poco). Suelo aprovechar la estructura para, justamente, mostrarnos que tenemos el poder de cambiar lo que "nos esté pasando" (en realidad cambiamos nuestra reacción a ello).

Hablando de poder, surgió en Instagram una conversación interesante, que replico ahora en LinkedIn:

Cualquier comentario bienvenido.

¡Que te hagas una semana excelente!

Leo

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S07E18 Elige tu propia desventura I

Siempre tuviste un plan. Tus padres, con su ejemplo, te mostraron que el camino es el del esfuerzo constante. Pequeños detalles, como los horarios para estudiar, lo temprano que salían a trabajar, lo inmaculado que estaba tu hogar. Todo eso gritaba “te ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Te encanta lo artístico, pero especialmente la música. Desde tus doce años tocás el bajo y, justo antes de dormir, solés soñar con una carrera de músico. Pero va en contra del plan. Acabás de terminar la escuela.

Un compañero de la banda de rock se entusiasma con la idea de dedicarse por dos años a tocar y te propone acompañarlo en una gira mágica y misteriosa. ¿Elegís el camino artístico o alguna carrera que te permita seguir con el plan?

Te inscribís en administración de empresas para, como aprendiste en casa, administrar empresas. Muy enfocado en el resultado, llegás rápido al último año. Estás encaminado a graduarte con honores.

Un profesor te ofrece la oportunidad de terminar la carrera en la Universitá de Bologna, la más antigua del mundo. Seguramente, empeorará tu promedio -solo conocés malas palabras en italiano- y te retrasará un poco, pero te dará una gran experiencia -y será divertido. ¿Vas a Europa o terminás rápido de acuerdo al plan?

Terminás la universidad en tiempo récord con honores y te proponés a buscar empleo. Luego de un proceso de selección que parece para entrar a la NASA, te ofrecen la pasantía a la que aplicaste. Con tantas etapas, al conseguir la vacante te sentís -efectivamente- un astronauta, único, distinto a tus compañeros de escuela que, a sus 23 años, están retrasados: un par pasean en tren por Europa, otros estudian carreras de poco prestigio, algunos trabajan en el local familiar y la mayoría se la pasa saliendo de noche. Jamás te pusiste a pensar en la creciente expectativa de vida y cómo balancear intertemporalmente el esfuerzo (Nota del autor: tal vez en el futuro enseñen esto en la universidad).

Ves a tus amigos disfrutando de la vida, “hipotecando su futuro”, ¿qué hacés? ¿Aceptás la pasantía o te vas de juerga con ellos?

Como pasante, pasás literalmente por todas las áreas. Pero en Marketing te sentís como en casa. La oficina es colorida; la gente, hermosa, divertida; los afters, los mejores. En realidad, es el único lugar en donde hay afters: la gente de Logística y Administración termina tan cansada que se va a casa apenas puede. Y los de Ventas… son especiales: van solo los viernes a “hacer estadísticas”. Nadie sabe bien qué hacen el resto de los días - pero todos sabemos, mes a mes, cuánto se llevan de comisiones.

Te esforzás muchísimo, tratando tanto de que aprecien tu valor y potencial como de que te quieran. Servís café o mate, absorbés tareas de otros, tomás nota de todo. No te molesta cuando escuchás a dos personas nombrarte como “el zapallo ese”. “Derecho de piso”, pensás.

Con todas las ilusiones, te enfocás  en que te tomen definitivamente.

Después de tanto esfuerzo y “derecho de piso”, te hacen una oferta de empleo, pero en Logística. ¿Aceptás “lo seguro” (un sueldo mensual en una empresa que conocés) o te vas a buscar otra compañía, para perseguir tu sueño de la buena vida en Marketing o de hacerte millonario en Ventas?

Tu primer día en Logística no es como lo esperabas. Todavía no conocés la frase de Nassim Taleb que dice que “las tres peores adicciones de la sociedad moderna son la cocaína, los carbohidratos y el salario mensual”. Con 24 años ya sos empleado de una multinacional, que produce, distribuye y vende cientos de productos que usamos todos los días. Un paseo por el supermercado parece una sucesión de recordatorios de tus logros. 

La empresa comienza un proceso de adquisición: un nuevo motivo de orgullo, ya que el argumento principal para comprar otra compañía tan distinta -pero también de consumo masivo- son las sinergias en tu sector. ¿Qué diferencia hay entre dejar una o dos cajas con productos en el mismo supermercado, habiendo ya hecho el viaje? Casi cero, el mismo costo.

Trabajás feliz catorce horas al día, siguiendo el plan armado por el “task force” de la fusión. Te reunís todas las mañanas con el equipo de Logística de la empresa adquirida para revisar procesos y, cada tanto, aplicás algo de lo que aprendiste en la universidad. No podés evitar notar que en esas reuniones hay una tensión latente, como si todos estuvieran compitiendo.

Tu “don de gentes” te dice que deberías preguntar, en una de esas reuniones, si hay algo que puedas hacer para que todos se lleven mejor. Pero, de más de veinte personas, nadie hizo antes la pregunta. ¿Te animás a levantar la cabeza -y la mano- y ofrecer ayuda para suavizar esas relaciones o preferís pasar desapercibido y evitar riesgos?

Tiempo después, cuando echan a la mayoría de los de la empresa adquirida, entendés que estaban compitiendo en esas reuniones: la palabra “sinergia” te queda asimilada a “reducción de personal”. Pero sos joven y no te importa mucho; seguís adelante sin compararte con los otros, sino con vos mismo el día anterior. Tenés un plan y, dando un poco más cada día, lo vas a cumplir.

Pero crecés muy lento. La estructura en el área es bastante estable… Demasiado. Cuando se plantea la opción de incorporar una tecnología nueva (un código de barras, el WMS, RFID o un “A beam”) la primera reacción es “No tenemos tiempo”. Una y otra vez, primero abiertamente y luego subrepticiamente, tus compañeros y jefes retrasan proyectos de innovación hasta que se ven impelidos a implementarlos. Y, cuando lo hacen, al tiempo pasa lo temido: echan a algunos operarios y, a veces, a supervisores. Lo que te confunde es que algunos de los que dejan la compañía son los que empujaban el cambio. Y, en cambio, los que habían puesto palos en la rueda siguen en la empresa e, incluso, hasta son ascendidos ya que a medida que incorporan tecnología tienen más personal de oficina (“white collar” los llamaban).

Te parece injusto. ¿Pedís explicaciones a tu jefe para entender lo que pasó, con el riesgo de convertirte en parte del problema, o lo dejás pasar? 

A los cinco años de empresa seguís más o menos en el mismo lugar, mientras tu familia crece. Un día, recibís una invitación para el reencuentro con tus compañeros de escuela, pasaron ya diez años. “Tengo mucho trabajo”, decís como excusa, mientras sin darte cuenta fantaseás con las historias increíbles que tus compañeros contarán. Esas fantasías, sueños de felicidades imposibles, aventuras dignas de Indiana Jones y giras de rock interminables te presionan: tenés que crecer más rápido para poder ser libre. La inteligencia la tenés, la capacidad de esforzarte también. Eureka: ¡te falta el MBA!

Después de averiguar en Recursos Humanos, la política para el sector de Logística es apoyar con un 25% del pago de la educación de posgrado. ¿Invertís tus ahorros e incontables horas que le quitarás a tu familia en un nuevo diploma, con el objetivo de acelerar tu propia curva de crecimiento, o elegís seguir pasando desapercibido, “uno más del montón”, notando al pensarlo que “montón” está, con tilde y todo, contenido en “monótono”?

Son dos años terribles: se superponen el MBA, un nuevo hijo y nuevas tecnologías en la empresa. Ya al mes de haber comenzado te arrepentís, pero tus padres siempre te decían “terminá lo que empezás”. Así que, como corresponde, lo terminás. Pero la mala suerte hace que coincida con una crisis financiera mundial.

De todos modos, la empresa sigue vendiendo muy bien y ganando mucho dinero. Sin embargo, el presupuesto de este año ya es imposible a nivel global. El CEO toma, entonces, la decisión de cortar un 20% de la nómina de personal “en todas las geografías, todas las áreas, todos los negocios”. Primero, llega el rumor paralizante y todos pasan a dedicar el menor tiempo posible a trabajar y el máximo a conversar sobre lo que puede suceder. Luego, la poda. Nuevamente incomprensible, aunque esta vez hay un mail del CEO a toda la compañía donde habla de emociones, de un mundo duro y de la responsabilidad con los accionistas. Echan a dos amigos tuyos y casi también a vos, así que poco te importan esas pavadas. En Marketing y Ventas echan a pocos (los que estaban a punto de irse) y tercerizan a otros, reduciendo el personal en relación de dependencia.

Siempre tuviste a la “justicia” como un valor fundamental. Al principio, pensás que estas cosas que pasan no son injusticias sino “justicias mal explicadas”. Tratás de justificar a la organización. Pero lo que acaba de pasar te parece injustificable. Hay un plan de retiro voluntario, que te permitiría reinventarte. ¿Te quedás o te vas?

1. Un audio que debes haber escuchado

Zombies, vendedores y virus: cómo crecer en el siglo XXI | El año en que nos volvimos humanos

2. El primer "Elige tu propia aventura" que publiqué (2017)

3. Un momento de arte eterno

The infinitely zooming image, part II

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