El último flan y un experimento | CEO en camiseta

¡Hola hola! ¿Cómo te va?

El episodio de hoy es diferente - al final verás la tercer parte de la trilogía "Elige tu propia desventura" pero antes, el experimento.

"Me cuesta terminar los artículos", le dije a me editora hace un tiempo, mientras empezaba cinco nuevos. Luché contra ese defecto hasta que estas últimas semanas se me ocurrió convertirlo en virtud: ¿Y si lo mío son "articulitos", ideas variadas sin tanto desarrollo?

No tengo la respuesta (¿la tenés vos? Acepto sugerencias) pero me pareció importante la prueba.

También estoy probando los "Avisos Desclasificados" al final de todo el newsletter: son gratis, de hasta 280 caracteres y, me parece, una oportunidad excelente para ofrecer tus servicios o productos.

Te deseo una semana excelente,

Leo.

Tu CEO preferido

PD: Ayer salió la última charla con Sergio Maravilla Martínez, y quedó muy buena. ¡Salí de ahí Maravilla! se titula.

Una idea: 3 secretos para lidiar con trolls

¡Cómo me enojé ese día de enero de 2018 cuando, en el viaje que había hecho para terminar mi libro, me mandaron un texto que alguien publicó en LinkedIn y Facebook criticándome! Estafador, evasor y vendehumo era lo más suave. Cada vez que me acuerdo, tengo ganas de compartirlo, mostrar que cumplo mis promesas y que, si no lo puedo hacer, aviso.

Pero eso, justamente, sería alimentar al troll.

Secreto 1: El troll vive y se alimenta de tu reacción; no le des de comer.

El público casi siempre forma una curva de Gauss: un porcentaje pequeño te adora y otro porcentaje similar te odia. Es en el 80% del medio donde uno puede hacer la diferencia.

Secreto 2: Un troll no cambia de opinión; cambia de objetivo.

Y también entendí que debemos enfrentar mejor las reacciones de cada uno de esos extremos de la curva de Gauss.

Secreto 3: Si te ponés tan contento por un halago, una crítica te hará el efecto opuesto.

Como ya dije muchas veces… Esto también pasará.

Otra idea: ¿Tu entorno te mediocriza?

¿Solés escuchar demasiado a menudo “siempre lo hicimos así”, “aquí, al que se destaca por bueno o por malo lo podamos” o “en este país no se puede ganar dinero sin robar”? Puede ser que estés siendo víctima de una micromediocrización. ¿De una micro qué?

Micromediocrización: dícese de la actitud, acción o práctica que, sin ser demasiado evidente, evita que otros intenten destacarse. Son, por lo general, aceptadas en determinados grupos que terminan expeliendo a quien busca sobresalir. Además de las ya mencionadas, pueden escucharse frases como “¿Vas a estudiar eso?, ¿de qué vas a vivir?”, “No te quejés que hay quienes no tienen para comer”, “A vos no te va tan mal”, “Andá a saber lo que hizo para crecer”, “Ése no tiene ningún mérito, nació en cuna de oro” o el más provocador, “todos tenemos derecho a xxx”.

No podemos ser inmunes a la micromediocrización: genera contagio o nos expele. Como las montañas, necesitamos una fuerza extraordinaria para crecer. Como la erosión, los mediocres alrededor nuestro nos retienen, tratan de promediarnos, nos critican.

Para evitar la micromediocrización, desafiate. Salí de la comodidad. Buscá nuevos gurúes. Invertí en vos (por ejemplo, con Think Like a CEO)

Una pregunta: ¿Sos la persona con la que te gustaría trabajar?

S07E20 Elige tu propia desventura III

Sorprendido el autor por el éxito de los capítulos 1 y 2 de esta inesperada trilogía, debió conectarse con su pasado y el de docenas de casos que conoce para seguir construyendo el camino de nuestro protagonista.

En los dos capítulos anteriores: Te esforzaste siempre mucho. Y lo que fuiste logrando te sirvió, pero siempre te dejó con gusto a poco. “Cuando lo logre, sentiré algo especial”, pensabas una y otra vez. Y sentías algo especial, pero sólo por unos minutos. Al final del capítulo anterior, te ofrecieron un ascenso en el área en la que estás -no en la que querés. Y en la empresa en la que estás, que ya no sabés si es la que querés. “En la vida en la que estás”, empezaste a pensar, pero rápidamente hiciste que tu cabeza volviera al trabajo.

El ascenso era una oportunidad de ganar más y, quizás, de lograr ser feliz. Pero también de tener más responsabilidad y, claro, esforzarte aún más. No sabés trabajar de otra manera.

Obviamente, aceptaste.

Hacer algo distinto a lo habitual enriquece; seguir con lo de siempre es más cómodo.

Capítulo 3

Pasaron siete años desde aquel último ascenso. Te encontrás en la hora del almuerzo con Osvaldo que parece, como todo martes, feliz: en el comedor de la empresa hay flan con dulce de leche y te negocia su merluza a la romana por tu flan. Todas las semanas el mismo menú, todos los martes la misma negociación, siempre con el mismo resultado. Solo que esta vez Osvaldo dice, como al pasar, algo inesperado.

-Éste es mi último flan.

Al sacar el tenedor de tu boca y dejarla abierta, un pedazo de merluza cae, en cámara lenta, a la bandeja. Osvaldo baja la mirada y acompaña al pescado en todo su recorrido. Como en una serie de flashes, recordás los cientos de almuerzos que compartieron, las conversaciones sobre los partidos del día anterior o las series que estaban viendo, las poquitas veces que tocaron temas políticos y prefirieron no profundizar. Te acordás de todos los datos curiosos que, sin mirar el celular, Osvaldo compartía. Inmediatamente, buscás alguna explicación para lo que acabás de escuchar: lo ascendieron, lo mudan a otro país o, la peor, aceptó un retiro voluntario. Sentís que cuando pensás en la última opción, tu cara esboza un rictus que, visto de afuera, puede dar miedo. “Tal vez tiene el colesterol alto”, pensás a toda máquina tratando de que la realidad no sea lo que creés.

-Me van a echar esta tarde. Marta, de Recursos Humanos, me avisó que están eliminado todo el call center, reemplazándolo por un bot. Con Marta siempre tuvimos mucha confianza. Me dijo también que “la charla” conmigo la tendrán de su sector, que mi jefe ni siquiera se anima a estar.

Mientras te esforzás por empatizar con Osvaldo, no podés evitar pensar en tu propia historia. Pasaron siete años desde aquel ascenso. Al principio te esforzaste por ganar la confianza de tus jefes, pares y reportes. “Derecho de piso”, lo llaman y suena injusto, pero tiene sentido: te permitió conocer mejor a la gente y que sepan cómo pensás.

Todo lo que pasa en una empresa tiene sentido alguna vez.

A los pocos meses, primero tímidamente y luego con energía, implementaste los cambios, esas ideas que, desde tu puesto anterior, te parecían evidentes, pero que nadie se animaba a poner en práctica. O nadie quería. En realidad no implementaste todas, algunas no eran tan geniales una vez que conocías los detalles, otras eran difíciles de realizar. Igual, te fue muy bien. “Merezco otro ascenso”, pensaste en un momento.

Por más que nos duela, las empresas no le deben nada a los empleados -tampoco los empleados a las empresas.

Estabas muy cansado: implementar esos cambios te tomó años y también merecías relajarte, estabilizarte, trabajar sin presiones externas ni internas por un tiempo.

Si merecemos algo y no lo obtenemos, ¿realmente lo merecemos?

Pasados unos años, aunque sentías un impulso a esforzarte -ése que aprendiste en casa, viendo a tus padres, y en la escuela, viendo los signos de admiración de tu maestra en cada “¡Muy bien 10 felicitado!”- también tenías ganas de relajar. Siempre todos empujándote a dar más. En la empresa, después de un tiempo, te pareció que con llegar temprano e irte tarde alcanzaba. Cumplir en los papeles. De cambios y mejoras, ni hablar. Estabas cansado y aburrido. Olvidaste lo que, años atrás, un CEO te había dicho.

Un líder debe, cuando estamos demasiado incómodos, dar tranquilidad, certezas; y, cuando estamos demasiado cómodos, generar esa incomodidad.

En esos milisegundos en que un pedacito de merluza enharinado caía a la bandeja, luego de recordar mil cosas, pensás en vos: al “pobre Osvaldo” lo reemplaza el “pierdo a mi amigo”, pero enseguida aparece muy fuerte un inesperado “me gustaría que me echen a mí”. Cada vez que pensás esto último, asoma el rictus y, con fuerza, alejás la fantasía como si fuera diabólica. Una y otra vez vuelve esa idea, hasta que te das cuenta de que la solución está frente a tus ojos. Te imaginás saboreando ese desconocido flan, lentamente, del lado en el que se sienta Osvaldo, finalmente feliz, sin autoexigencias, eligiendo la vida que querés.

Exponerte a situaciones variadas es peligroso: te ayudará a entender cuáles te atraen.

En una mesa lejana, sentado solo, está Jorge, que almuerza siempre en el mismo horario que ustedes y desea, desde hace años, sentarse en la mesa con ustedes. La vez que lo intentó se sintió rechazado -sin motivo, desde tu punto de vista- y no volvió.

Jorge está, como siempre, mirando en tu dirección como tratando de leer los labios, de ser parte de la conversación. Le llama la atención cómo, después de que Osvaldo dijo algo, de repente ambos miran a tu bandeja. Piensa que tal vez algo cayó de tu boca, pero no lo notó. Jorge no sabe, aun, que va a ser el próximo Osvaldo.

Esa tarde llega la notificación formal de los cambios. Echaron a cientos de personas. Tu jefe te explica que eran sectores que ya no se necesitaban o que no se adaptaron. El mix de emociones que sentís es enorme. ¿No me echaron por los cambios que hice en el pasado? ¿Me gustaría que me echen y me fuercen a reinventarme? ¿Qué haría si fuera libre? ¿Si fuera libre? ¿Soy un esclavo? ¿Por qué estoy acá, en esta empresa, en este puesto? ¿Es lo que quiero, es lo que puedo, es solo lo que tengo? ¿Por qué estoy pensando todas estas cosas? ¿Es ésta mi crisis de los cuarenta, que vino atrasada?

De repente, Intensamente. Coraje aparece y dice: “Me mutearon por años, es hora de la Revolución”. Enseguida Miedo, con una fuerza inesperada, le escupe: “CALLATE. No podemos correr riesgos”. Mientras, las demás emociones dicen lo suyo: hay una que, sin hablar, se hace presente, dueña de la situación. Una emoción nueva, relacionada con todas las demás y que estaba esperando el momento justo para hacer su aparición estelar.

Con ustedes… ¡Angustia!

Imagine el lector un período de entre 3 y 12 meses de parálisis laboral, hiperactividad mental y malhumor social. En cierto momento, un martes, una escena conocida se desarrolla frente a tu vista. Estás comiendo tu flan. Se acerca Marta. Ya sabés. Si fueras tu jefe, lo habrías decidido hace años. Si fueras el jefe de tu jefe, antes aún. Te van a echar. Tercerizan todo logística.

Vas camino a tu casa, pensando si ocultar o no el despido. Te ofrecieron como indemnización pagarte dos años de sueldo, por lo que podrías, sin que se note, buscar otro trabajo en “el mientras tanto”. En principio, te tomás unos días para decidir a quién contarle, sin saber la alegría que sentirá tu familia al ver que no sufrís más “por ese trabajo en donde no te valoran”, como te dirán pronto.

Te aferrás a un empleo como si fuera un salvavidas y, al perderlo, de repente te das cuenta de que ya no lo necesitabas, de que te hacía daño o de que no te valoraban...

Quitemos un poco el drama laboral de nuestra vida.

Relajado, dormís como un bebé. Al día siguiente, te despertás, vas a la casa de música y te comprás el bajo que deseás desde la adolescencia. Te prestan una sala de grabación, te colgás el bajo y tratás de tocar FA - RE - RE - FA - RE - RE - DO. Recordás tu viejo CD de The Clash, “Combat Rock”, guardado en una caja en la buhardilla de tu casa… Una canción en particular, la tercera, ésa que veinte años antes resonaba en tu cabeza. Pero te duelen demasiado las articulaciones. Te das cuenta de que ya es tarde para tocar.

¡Avisos desclasificados!

¿Querés ofrecer un producto o servicio, digital o no, a más de 25000 personas inteligentes que piensan en el largo plazo? ¡Escribime y lo probamos gratis en esta nueva sección experimental!

  • Soluciones de IT remotas. Para usuarios de dispositivos electrónicos sin área de Sistemas o abono mensual de Soporte Informático. Carga mail y descripción del problema en un ticket. Te contactamos para analizarlo y resolverlo. Paga por problema resuelto. https://abrach.freshdesk.com/

  • Pronto se abren las inscripciones para el curso "Think like a CEO (en español)"; va a ser intenso, disruptivo y con vacantes limitadas. Anotate para ser de los primeros.

Si has llegado hasta aquí, ¡me súper interesa tu opinión! ¿Qué es lo mejor del newsletter? ¿Y lo peor?

¡Que te hagas una excelente semana!