Back to normal? Back to reality? | CEO en camiseta

¡Buen día! Aquí el hada del largo plazo... superando una crisis del corto.

El sábado dí mi charla TED - el solo hecho de realizarla es un logro. Creo que salió bien -eso me dijeron- pero veremos cuando se publique el video. El título, como tal vez te imaginarás, es ... "El futuro es de los vagos".

Este evento me hizo cambiar mi agenda completamente; tuve que escribir, re-escribir, pulir y editar el texto y, después, aprenderlo y practicarlo. Además de Xime, mi editora de siempre, trabajé con Diego, mi profesor de standup comedy, a quienes agradezco el apoyo.

Esto también retrasó algo que hace tiempo quiero lanzar, un curso diferente que siento súper mío: si querés espiarlo y anotarte para recibir la info cuando esté lanzado entrá a este link.

Hablando de cursos, hoy lunes comienza la nueva edición de #Objetivos2022, de Daniela De Lucía. El curso se vendió genial y va a ser extraordinario, te recomiendo que no te lo pierdas.

Y justamente, hablando de anuncios, estoy planeando una sección al final de este email de "Avisos desclasificados", textos de hasta 280 caracteres con un link para ofrecer lo que quieras ofrecer a esta comunidad.

Mis lectores asiduos habrán notado que hoy nuevamente repito un artículo; semana que viene sale la tercera parte de "Elige tu propia desventura" y, luego, todo nuevo :-)

Ah, una cosa más: cualquier feedback es bienvenido, sea algo que te guste, o que no, algo que podría agregar o que te preocupe.

¡Que te hagas una semana excelente!

Leo

PD: Si te reenviaron este mail, puedes suscribirte gratis, seguir leyendo o reenviarlo a alguien más a quien le pueda servir. Si no te gusta, mándaselo a tu peor enemigo borrando esta frase antes.

S07E19 Elige tu propia desventura II

En el capítulo anterior: Gracias al ejemplo de tus padres, te esforzaste en la Universidad, te graduaste con honores y, nuevamente con esfuerzo, lograste un puesto en la empresa en la que siempre habías soñado trabajar. Habías logrado cumplir tu sueño. O quizás era el que habían tenido tus padres. Aceptaste una pasantía y, después de enamorarte del glamour del área de Marketing, entraste a Logística. Pasaron los años y tus ganas de crecer, de cambiar las cosas para mejor, fueron quedando relegadas. El equipo se resistía al cambio y te resultaba muy difícil resistirte al que se resiste al cambio. El que no lucha, sigue la corriente. Durante todo ese tiempo, a la compañía le va muy bien, tanto a nivel local como global -pero no tan bien como habían prometido. El CEO decidió, entonces, un recorte terrible de la nómina a nivel global para satisfacer a los accionistas, en lugar de proteger a la gente, “el activo más importante de la organización”.

Capítulo 2

Después de que esta decisión fue implementada en todo el mundo, el CEO inicia una especie de tour global, aparentemente por insistencia de las áreas de Recursos Humanos y de Relaciones Públicas. El “Catalina World Tour”, como lo bautizarás junto a alguno de tus compañeros, comenzó hace unas semanas.

Te intriga cuándo vendrá pero, sobre todo, para qué. Tu curiosidad y tus ganas de liderar en el futuro, te empujan a preguntar. Pero todos, incluyéndote, están lastimados por los despidos recientes. ¿Te acercás a tu jefe a indagar más o evitás el riesgo de ser quien sobresale?

Ves a todo el equipo directivo local corriendo de un lado para otro, revisando cada rincón. Se compran remeras nuevas con el logo de la empresa para todos, vuelven las canastas con frutas al lado de la fotocopiadora, hay personal extra de limpieza. Es la primera vez que ves tanto movimiento en el hormiguero. “Ahí viene el CEO”, te dicen de pasada, como suficiente explicación. A la hora del almuerzo no podés evitar preguntarle a Osvaldo, supervisor del call center, por qué tanta locura. Te cuenta la historia del príncipe Grigory Potemkin, que para impresionar a la emperatriz Catalina II, simuló una serie de pueblos en el camino que ella recorrería en Crimea en 1787. “Esta empresa es un Pueblo Potemkin”, sentencia Osvaldo mientras deglute su flan con dulce de leche verificando que la cucharita quede brillante luego de cada bocado. No por nada le dicen “Wikipedia”, pensaste. El CEO es Catalina.

Como sos de los pocos de Logística que habla bien inglés, te ofrecen la oportunidad de presentarle al CEO Catalina cómo trabajan en el equipo, claro que luego de pintar las paredes, lustrar los pisos y dejar todo perfecto.

Ves una oportunidad de crecer o, al menos, de romper la monotonía. Pero también aprendiste que destacarse en esta empresa puede implicar caer en desgracia o peor. Tus responsabilidades familiares son cada vez mayores y no podés correr demasiados riesgos. ¿Buscás una excusa para rechazar la propuesta o la aceptás, a pesar de tus miedos?

Mientras ponés tu mejor empeño en terminar, tu cabeza fluctúa entre tres ideas. Por un lado, imaginás al señor Miyagi diciéndote que, como limpiaste hacia la izquierda y hacia la derecha mil veces, ya podés ser Catalina. Por el otro, te preguntás por qué si a la empresa le va tan bien, echaron tanta gente. Y, por último, por qué hay que simular ser perfectos para una visita.

Tomás un descanso, ya agotado después de horas de archivar los faxes con los pedidos de los últimos dos años. Tus ojos no dan más porque la impresión en papel térmico dura poco. Tu cabeza, harta de ordenar lo que creés que hay que tirar a la basura para no hacer nunca más, te dice: “¿Vas a preguntar para qué dejamos de hacer todo lo demás para dedicarnos a esto que no agrega valor o bajarás la cabeza, una vez más?”

Llega el gran día. Todo luce perfecto. A las 15:18, de acuerdo al plan, Catalina y su séquito se detienen al lado de tu escritorio. Catalina mira el gráfico de errores diarios -ése que no usan nunca, pero que actualizaste y colocaste estratégicamente encima de los demás papeles- y te felicita. Te sentís el mejor discípulo de Potemkin. Le respondés, con tu mejor inglés, que fue un excelente logro en equipo y ves esa sonrisa de emperatriz, seguramente ensayada una y otra vez frente a algún espejo o coach de imagen, un poco más lenta que la natural pero que va más allá, tensando los cachetes y mostrando, con los labios como cortinas separándose en un teatro, unos dientes de un blanco magnífico. Te quedás mirando el diente de arriba a la izquierda, esperando que emita un destello como un diamante y se escuche un “tiiin”.

El CEO, mirando por encima de tu hombro, te ofrece ayuda para que seas más exitoso, cosa que te sorprende. Lo habían descripto como un ser distante, separado del resto de los mortales. Tenés ganas de entender por qué tomó esa decisión tan ridícula de echar a tanta gente sin miramientos. Eso te ayudaría a ser más exitoso, pero también te da miedo. Podés ser el próximo. ¿Le hacés la pregunta o simplemente agradecés la oferta de ayuda?

Ves la cara de sorpresa de la CEO (o era el emperador, tus pensamientos van perdiendo nitidez) y entendés: le hiciste la pregunta. Por un segundo, estás orgulloso de haber actuado, por primera vez en años, de acuerdo a tus valores. Enseguida se te pasa y temés por tu puesto. Catalina cambia su cara a una más seria, cerrando la boca y relajando las cejas. En ningún momento baja la mirada. Parece estar pensando. Vos también. “¿Me echará ahora o después?”. No podés evitar recordar los acordes en el bajo de esa canción de The Clash. Tu jefe, aunque no habla bien inglés, parece haber entendido perfectamente: su cara es la de quien dice adiós a un viejo amigo.

“Excelente pregunta. Me apena mucho despedir empleados, siento que fue una falla personal en cada caso. ¿Para qué los contratamos?, es lo que me pregunto en primera instancia. Pero mi responsabilidad es con la Misión de la empresa y, para lograrla, periódicamente, tengo que hacer cambios que nos lleven a una situación de incomodidad, aunque nuestros resultados sean positivos. Si estamos cómodos, dejamos de evolucionar y nos pasarán por arriba. En mi experiencia, en la empresa se inician proyectos que no se terminan o quedan puestos que son superados por la tecnología o, simplemente, necesitamos un cambio. Entonces, cada tanto decido echar a un porcentaje de la nómina, desafiando a todos los líderes de la organización a resolver honestamente esa incomodidad. Otra herramienta que uso es transponer la matriz; para dejarlo más claro: por un tiempo divido mi imperio en regiones. Pero los gobernadores se acostumbran, se achanchan. Entonces, decido unificar todo y dividirlo por actividad: toda la agricultura bajo un comando, los cosacos con otro, marketing con otro, etc. A veces, también, simplemente cambio el organigrama o, incluso, creo una empresa en paralelo, que se comporte como nuestro competidor. Un líder debe, cuando estamos demasiado incómodos, dar tranquilidad, certezas; y, cuando estamos demasiado cómodos, generar esa incomodidad. Es agotador. ¿Pensabas que ser líder era fácil?”

Se te hace difícil prestarle atención porque pensás en la situación: de todo el imperio, en todos los territorios, entre decenas de miles de súbditos, la emperatriz te dedica diez minutos a vos y a contarte algo. Parece estar hablando de liderazgo, explicando. Te parece humano o, al menos, mucho más humano de lo que pensabas. Recordás tus sueños de crecimiento, de liderazgo, reconectás con ellos.

El CEO parece haber terminado su perorata (te duele usar esta palabra, pero es lo que sentís). ¿Le pedís consejo para crecer y ser un buen líder o, como sentís que tu jefe te implora con su mirada fija y penetrante, asentís con una leve sonrisa y bajás la cabeza para seguir trabajando de una vez por todas?

Al final del día, cuando saludás para irte, todos te miran de una manera rara. Mientras volvés a tu casa, pensás si hiciste muy mal, o tal vez muy bien, y hasta imaginás que quizás te echen al día siguiente. El entusiasmo de haber “hablado con el CEO” se mezcla con el miedo de haber “hablado con el CEO”. No era lo que esperabas, pero, sin dudas, fue un momento memorable de tu carrera.

Al día siguiente tu jefe, el mismo que te silenció con la mirada, te felicita, de mala gana, por la pregunta. Claro que a él lo habían felicitado, “Es bueno tener líderes que se animan a hacer las preguntas difíciles”, había comentado en la cena la emperatriz. Todos asintieron enfáticamente y enseguida alguien le preguntó: “¿Es tu primera vez en el país?”.

Algunos colegas se te acercan y te felicitan, pero muchos más te miran como quien observa al ternero en camino al matadero. Nunca viste un ternero en esa situación, pero estás seguro de que se debe sentir así.

Al mes, todo vuelve a la normalidad. Proponer cambios, aceptarlos pero no hacer nada, hasta que no queda opción. Ver cómo echan a otros mientras te atornillás a la silla y tratás de pasar desapercibido y, luego, ajustar procesos para que todo siga funcionando como siempre. Tal vez esperar, con añoranza, otra visita ilustre que rompa la monotonía.

Cada vez, te acordás menos del contenido de aquella conversación. Solo quedan algunas sensaciones. Unos meses después, te preguntás si alguien habrá sacado una foto aquel día, algo que te permita aferrarte a ese momento de valentía que sentís que no volverá jamás.

Justo el día en que pensás en la foto, echan a tu jefe. Parece que lo de no querer cambiar no era el problema: había recibido pagos indebidos de algunos proveedores, te dijo Osvaldo en el almuerzo. “Más que Wikipedia, le deberían decir Twitter a este tipo”, pensás al pasar. Nadie entendía por qué tu jefe había insistido tanto en que tenían que ser esos los proveedores. De hecho, en algún momento circuló el rumor de que era una empresa de su primo o de su amante. Que ésa fue la causa del despido es el rumor, pero nadie se anima a preguntar nada. Llega un mail que dice algo así como “XXX no va a volver mañana; no se preocupen, está todo bien”. Tratás de recordar alguna vez en que hayas dicho “no te preocupes” y que realmente fuera verdad.

Mientras te preguntás por qué nadie pregunta, pasa lo más temido. Te llaman por teléfono. El asistente del Director de Recursos Humanos. Que por favor vayas.

De repente, te surge el coraje, ese mismo de cuando le preguntaste al CEO. Y “coraje”, como los personajes de Intensamente, te dice: “Vé y dile todo lo malo de esta compañía, que todos sabían que el jefe robaba, cuéntale el miedo que sientes”. “Coraje” no es argentino, al menos no habla como tal. Por su parte, “miedo” se desespera e intenta, corriendo y dando gritos, que te escondas, que te vayas a tu casa, que desconectes el teléfono, te hagas el distraído, pases parte de enfermo o encuentres una excusa para que no te puedan echar.

Estás frente al Director de Recursos Humanos. Te mueve la curiosidad, la posibilidad de tener algo de información que otros no. Ya ni pensás en la gran oportunidad de liderazgo que presenta la comunicación de estos cambios. Querés averiguar por qué echaron a tu jefe, si es verdad que la empresa sabe que robó. El Director te pregunta cómo te sentís. ¿Le hacés la pregunta o respondés “bien, gracias”?

El Director, muy serio, continúa: “Qué bueno, porque tengo una propuesta para vos. Me gustaría que ocupes el puesto de tu jefe”. Nuevamente, florecen “coraje” y “miedo”, pero también todos los demás. Tu cabeza es un torbellino y sentís que, mirado desde el otro lado del escritorio de caoba, tus ojos giran en espiral. No entendés bien qué está pasando, pero tenés un músculo súper entrenado para responder lo que el otro quiere escuchar. También sabés que muchas veces ese músculo te juega malas pasadas y tratás, infructuosamente, de pensar. Recordás algo que aprendiste hace años: “Cuando no sabés lo suficiente, lo mejor es seguir preguntando”.

¿Aceptás la oferta sin chistar, aun cuando no sabés si estás listo, la rechazás por miedo a que sea una trampa o decís que te gustaría saber más, como si se pudiera alguna vez saber lo suficiente como para tomar una decisión correcta?

1. Un audio que debes haber escuchado

72. Lo bueno, si breve, se lee | Soy solo, historias honestas de liderazgo para ser feliz en el siglo XXI y más allá

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Stanford researchers found that walking boosts creative inspiration. They examined creativity levels of people while they walked versus while they sat. A person's creative output increased by an average of 60 percent when walking.

3. Segunda entrevista de Ghost Kitchen

Cocina con vegetales y legumbresAkusay, palta, garbanzos, coliflor y nabo. Mousse de chocolate de su madre. https://www.rational-online.com/es_ar/lp/ghost-ki...

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