2 Charlas con Maravilla | CEO en camiseta

¡Hola hola!

¿Cómo estás, tanto tiempo?

Si este es tu primer "CEO en camiseta", ya te aviso que es diferente a lo habitual.

Tengo buenas y malas noticias. ¿Las malas primero? OK. El artículo de hoy es repetido.

Las buenas: volví de vacaciones renovado y me surgió una oportunidad de esas que no podés rechazar, que me tomará mucho de mi tiempo hasta el 18 de junio. Pronto (claro, falta muy poco) novedades.

Me gustaron mucho como quedaron estas dos charlas que publiqué con Sergio "Maravilla" Martínez, campeón mundial de box:

Después contame qué te parecen.

Gracias y ¡que te hagas una semana excelente!

Leo.

S07E16 El Ascensor

Te va bien en la empresa. Te contrataron hace un par de años, tuviste una promoción, agregás valor, el salario es bueno, el ambiente también -te encanta trabajar con gente inteligente, ambiciosa y buena. Sentís que vas creciendo.

Trabajamos por las tres “D”: dinero, desarrollo y diversión.

Sí, quien protagoniza esta historia, igual que el atento lector, lo leyó en “24 preguntas de Carrera que nunca leíste en un libro”.

Los fines de semana te juntás con tus amigos, ese grupo heterodoxo en donde, con cada uno, tenés un punto en común: escuela, universidad, club, hermano/a de algún compañero/a, amigo/a de amigo/a y hasta el descolgado al que le compraste un celular por MercadoLibre y se unió al grupo. Todos diferentes, buenas personas y, en lo laboral, menos exitosos que vos. Juana, a la que mejor le va, está a punto de hacerse cargo del negocio de pastas de la familia, una vez que sus padres se animen a retirarse. Joaquín sigue boyando entre carrera y carrera, ahora estudiando seguridad informática. Fue gracioso porque en uno de esos asados, unos meses antes, habían conversado sobre la cantidad de casos de ransomware que se estaban dando en empresas. “Si atacaron un oleoducto que va de Texas a Nueva York, pueden atacar a cualquiera”. Vos lo tenías más claro que los demás, habías hecho las diez horas de entrenamiento en la empresa; diez horas de ideas básicas en forma de mandamiento: “Renovarás tus claves cada tres meses sin repetir”, “No levantarás un USB del piso”, “En caso de incendio tomarás tu celular y notebook antes que tus pantalones”, entre varios otros. Todas se enfocaban en prevenir problemas que ya habían sucedido, pero no hacían ningún esfuerzo por formarte para evitar situaciones nuevas. Sabías, entonces, que en algún momento habría problemas.

Las reglas suelen apuntar a evitar que algo se repita; los valores sirven para educar y evitar que eso se dé.

Volviendo, Joaquín era tan voluble que una charla de asado lo hacía cambiar de carrera. No fue la primera vez y seguramente no sería la última, parecía perdido. Quien no estaba perdida, y no podías entenderlo, era Pata. Después de que la echaran de una empresa (era administrativa, “hacía control+C control+V todo el día”, nos había dicho), estaba convencida de que su vocación era entregar pedidos de comida en bicicleta. Le encantaba andar por la calle y sentía que hacía felices a sus clientes al hacer las entregas a toda velocidad. No entendía que tenía que ahorrar para poder formarse y empezar de una vez por todas una carrera.

Cada uno elige qué carrera correr y a qué ritmo.

Un día la habías invitado a tomar un café para explicarle cómo eran las cosas. “Soy feliz así”, te contestó con tranquilidad y algo que parecía felicidad pero no supiste reconocer. Tampoco le creíste. “Se autoengaña”, te repetiste mientras volvías a tu casa a terminar algunas cosas de trabajo que te habían quedado pendientes. Te daba pena.

Cuando lo que te dicen no encaja en lo que aprendiste, enseguida asumís que está mal.

El que ya no te daba pena era Raúl: después de dos años de buscar empleo lo había conseguido, gracias a un curso gratuito que le recomendaste. Te encantaba ayudar a los demás a crecer y el caso de Raúl era tu orgullo.

En la oficina

Es un miércoles por la mañana, tu jefe llama a una reunión inesperada. Siempre tenía todo bajo control, por lo que te sorprendés. De hecho, si no hubiera sido “para ya mismo”, el equipo estaría tratando de adivinar el motivo y, tal vez, generando rumores que harían daño luego. Tomaste nota de un aprendizaje.

Cuando un jefe no explica algo, su equipo inventará esas explicaciones -y siempre habrá una peor que la verdad.

-Gente, estoy orgulloso de ustedes. Crecieron mucho y, cada vez, dan mejores resultados. En algunas oportunidades ayudé a que resolvieran sus diferencias, a que se alinearan. A medida que pasa el tiempo, estoy teniendo que intervenir menos.

El tono pausado, casi triste, en voz baja, descoloca a un equipo que solía ser bastante ruidoso. Era algo grave. Tu cabeza no para de recorrer escenarios: ¿un despido, una adquisición, la enfermedad de alguien, van a reducirnos el salario, la empresa cierra?

-Me voy, el viernes es mi último día. No aguanto más, hace tiempo que no puedo dormir, estoy descuidando a mi pareja, no puedo hacer ejercicio porque no tengo tiempo, como mal todos los días, me duele la cabeza y tengo hemorroides. Voy a replantear mi vida, me tomo unos meses sabáticos. Tal vez un año.

Si hubieras leído en abril de 2016 “7 Motivos por los que Ser CEO está Sobrevaluado”, lo entenderías mejor y hasta te darías cuenta de que, como Pata, mucha gente no quiere el crecimiento que todos nos hacen creer que es nuestra obligación.

De repente lo ves cansado. Las ojeras, invisibles hasta el martes, ahora parecen llegarle hasta las rodillas. Se lo nota encorvado, caminando lento, sin entusiasmo. Como una serie de diapositivas antiguas, recordás sutiles cambios en los últimos meses, un poco de desgano, el nudo de la corbata mal hecho, una respuesta un poco más agresiva de lo normal, hasta te parece que pasaba más tiempo de lo habitual en el baño. Ahora lo ves tan evidente que no entendés cómo no te diste cuenta de las señales.

El grupo reacciona como puede. Algunos creen que está actuando, que es un chiste. Marina se queda callada mirándolo, tratando de entenderlo. Jorgito, siempre alegre, también lo mira pero con un atisbo de lágrimas en los ojos.

En la mesa

Van a almorzar al mismo lugar de siempre. Te sentás en la misma silla de siempre, igual que tus cinco compañeros de equipo. Desde que lo ascendieron, ya hace dos años, El jefe no volvió a comer con el equipo; lo hace solo en el escritorio. Y esta vez, aún después de anunciar que se va, no va a ser la excepción.

Se van sentando de a uno con sus bandejas, fuiste la primera. Ves a Jonatan, siempre parlanchín, llegar en silencio, mirando fijo su vaso de agua, pensativo. Enseguida llega Martina, siempre introvertida. Más que nunca te deja pensando si está triste o, como una Maquiavelo del siglo XXI, piensa cuál será su próximo paso. Llega Andrea, líder nata, siempre dueña de las reuniones y casi dando permiso a los demás para intervenir, con una sorprendente mirada esquiva, fija en un punto.

Mientras tratás de cortar la dura chuleta de cerdo que te sirvieron, hacés introspección. Estás triste, no tenés duda. Pero notás, primero en el resto del equipo y luego en vos misma, algo más. Algo distinto.

De a poco se va formando una idea.

¿Quién ocupará el puesto que se libera la semana que viene?

Se te ocurre plantear la pregunta en la mesa. Te mordés la lengua. Querés pensarlo más.

Está claro que la empresa no tiene tiempo de buscar a una persona nueva. Además, todos en la mesa son muy competentes y tuvieron resultados extraordinarios. Ahora que lo pensás te sorprende aún más que el jefe se vaya: son un equipazo. Sabés, igualmente, que ascender al mejor de un equipo suele ser un error. Recordás un estudio que compara eso con promocionar al azar y que da, como todo estudio memorable, un resultado absurdo: no hay diferencias relevantes.

De todas maneras, no tienen muchos más elementos para decidir que la opinión del jefe saliente, las evaluaciones de desempeño y, tal vez, alguna entrevista que podrían hacer. Sabés que en las entrevistas sos imbatible y que las evaluaciones no se pueden cambiar.

Mirás a tus compañeros de almuerzo, tal vez como el jefe los miró a todos el día que decidió ir por esa promoción. Pensás en las aptitudes de cada uno. Los conocés bien: todos son sutilmente diferentes y el puesto podría ser de cualquiera.

Pero lo querés para vos.

-¿Vieron si hay fruta de postre?,-preguntás, tratando de parecer despreocupada.

-Las mandarinas del éxito -te contestan. Es un chiste recurrente. Nadie se ríe.

Saludás, dejás la bandeja en su lugar y te vas. No sabés si querés ganarles y, además de volver antes, necesitás no verlos para poder destruirlos si hace falta.

Llegás al ascensor y, cuando se está cerrando la puerta, una mano irrumpe impidiéndolo, como en las películas. Se abren nuevamente. Entra tu jefe. De tan concentrada que estás pensando en cómo conseguir su puesto, casi no lo ves. Son veinte segundos de viaje, ya perdiste cinco hasta que tomaste conciencia de lo que pasaba.

-¿Cómo estás? -te pregunta.

Diez segundos.

Hay dos personas más en el ascensor, pero van a pisos más altos.

Te acordás, de pronto, de algo que leíste en 2017 y también de otras veces en que te dijeron que uno puede elegir qué camino tomar, que no siempre hay algo que está bien o mal, que el camino puede ser más importante que el lugar al que uno llega. Pero igual, no podés evitar sentir que es ahora, que no querés perder la oportunidad de influir en el principal factor de decisión: la opinión de tu jefe sobre sobre qué hay que hacer. Seguro lo viene pensando, pero aún no lo decidió; es difícil.

¿Le decís algo? ¿Qué?

  1. Si le decís "Bien, gracias" y te quedás callada, acá podés ver un video en el que te explico qué pasaría o, al menos, cómo lo interpreta un ex-CEO.

  2. Si optás por un “Genial, quería decirte que más allá de tu decisión, estoy segura de que tu legado va a seguir, ¿cómo estás vos?”, creo que tu futuro será de esta manera.

  3. Si te decidís por un "Fantástico -y convencida de que soy la mejor para el puesto que tan bien manejaste”. Y luego hacés un pitch apasionado, a toda velocidad, sobre tus virtudes, me parece que te puede servir escuchar lo que tengo para decirte.

  4. Y si tu opción es preguntarle “¿Es verdad que la empresa se va a fundir?”, en este video te cuento el resultado.

No importa qué aventura elijas, podés hacer un autodiagnóstico de tu carrera totalmente gratis para tener un poco más claro cómo es tu presente y cómo imaginás tu futuro.

1. Un audio que debes haber escuchado

Listen to this episode from El año en que nos volvimos humanos - nuevo libro de Leo Piccioli on Spotify. Capítulo "Y un dia voy a tener que echarme" del libro Soy Solo - Historias honestas de liderazgo para ser feliz en el siglo XXI y más allá. Más información en www.soysolo.com.ar

2. ¿Hay trabajo para mayores de 50? Un estudio de hace un tiempo.

Un reporte en pdf y una charla en video que puede ayudar a pensar.

3. Cómo Netflix ahorra 195 años por día...

El botón "Saltar intro" ahorra mucho tiempo... ¡¿O no?!

¡Que te hagas una excelente semana!